Una vez más ella rompe el esquema, camina tan bonita y mueve su belleza.

Despedidas.

Hoy voy a escribir acerca de despedidas, porque en este momento de mi vida no estoy haciendo más que despedirme. Odio las despedidas, las odio porque siempre están llenas de adioses, de hasta siempre, de ya nos volveremos a ver, de frases de consuelo al hecho de que me voy. De que inminentemente me voy. Y no es porque no quiera ver a mis amigos de Córdoba o empezar el cole, es el saber que dentro de mucho no veré esas sonrisas, no escucharé las palabras de mis amigos de siempre, sus caras no serán cotidianas. Me gusta cuando llegan y nos abrazamos, pero odio abrazarlos y que me digan: BUEN VIAJE. No me gusta porque solo quiero que ese abrazo sea interminable y quedarme para siempre ahí, sintiendo los olores de todos los días, haciendo lo que hago cuando estoy en casa. Y por casa me refiero a Rosario y a la gente que habita acá. Sabía que me tenía que despedir en algún momento, pero no sé si fui consciente de que iba a suceder tan pronto, perdí la noción del tiempo al lado de ustedes. Los quiero llevar en mi bolso, guardarlos entre mis zapatos, saber que cuando necesito los vuelvo a ver, a sentir, a tener. Pero eso va a pasar, pasará cuando vuelva, en un mes y medio cuanto mucho, los voy a ver, a sentir, a tener, pero aún así, no me conformo con eso. Los voy a extrañar, está claro. Y por todo ello odio despedirme, buena suerte y hasta luego, adieu bye bye. 

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