Una vez más ella rompe el esquema, camina tan bonita y mueve su belleza.

Ahora sí, estoy como quiero.

Ahora finalmente puedo gritar al mundo SOY FELIZ, ESTOY COMO SIEMPRE DESEÉ ESTAR. Es como intenté explicar hoy. No es “algo” que me haga feliz, es una sumatoria de “algos” que me hacen extremadamente bien. Es que lo que estaba mal de pronto encontró su rumbo por ayuda de la naturaleza o Dios, y que lo que ya estaba bien, ahora está mucho mejor. Entre esos “algos” se encuentra que se llenaron mis llamados “espacios vacíos” en los que me sentía sola y deprimida. En un punto mi lado antonelezco no puede evitar pensar: “este estado de bienestar no puede durar para siempre, porque siempre hay algo que lo arruina”. Y mi otro lado, digamos ese angelito que te habla al oído cual dibujito animado, así con el arpa en la mano y el halo resplandeciente, me susurra: “ya pasaste lo malo, ahora te toca sonreír”.
Y entendí que estar bien no significa que no extrañe a ciertas personas, porque tenerlos ya sería la perfección, ya sería digno de una película infantil en la que todos viven felices para siempre.
Pero al fin no lloro antes de dormir, al fin me levanto agradeciendo despertar. Ya no maldigo mi despertar. Ya no sufro mi vida, ya aprendí a vivir mi vida. Ahora canto y bailo por doquier, no me quejo de todo (solo de lo que realmente de exaspera), me llevo bien con la gente con la que generalmente chocaba y pude dejar de sentir ese constante nudo en la garganta o en la boca del estómago.
Ahora cada vez que me preguntan ¿cómo estás? Contesto “bien”, porque realmente estoy bien y no para evadir la pregunta. Porque antes sentía que si contestaba la verdad, estaba obligada a contar mis malestares. Entonces contestaba “bien” y nadie se detenía a preguntar nada. Generalmente todos hacemos eso cuando estamos mal o no del todo bien. Decimos lo que el otro pretende escuchar y pasamos a otro tema. Porque todos sabemos que la típica pregunta de “¿cómo andás?” es más un acto reflejo que una real pregunta. Viste a la persona e instantáneamente a un HOLA, le prosigue un ¿QUE TAL?, ¿TODO BIEN? Lo que no significa que realmente pretendan saber cómo te encontrás o cómo dejás de encontrarte.
Volviendo a lo que decía antes, y para finalizar, voy a reproducir lo que me dijo hoy una amiga: “al fin estás bien sin pensar en un PERO”. Porque díganme si nunca les pasó que te vaya genial en los estudios y tu casa sea un quilombo, que con tus amigos estés “mejor imposible” y tu relación con tu novio/a esté próxima al suicidio... Bueno, ahora no. Ahora llegué a pensar que la felicidad sí existe y que no es aquello que yo antes pensaba que era. Aún así esto es lo que yo creo que es felicidad, que puede que para otro no lo sea. En fin. Ahora ESTOY BIEN, EN AUSENCIA DE PEROS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario