Una vez más ella rompe el esquema, camina tan bonita y mueve su belleza.
Camino rodeada del paisaje otoñal, de ese que sé que está pero no veo. Apenas vislumbro mi pie, y luego todo se pierde en la oscuridad de la ruta más solitaria, la más aislada de la civilización, de esas que podés caminar por el centro sin correr riesgo alguno. El frío se cuela por entre la piel y el abrigo, de esa forma en la que sentís que se congela la sangre y que respirar duele. Alzo la vista al cielo y puedo contar cada estrella con la mirada, y sentir que entre los árboles hay una presencia; cuidándome o asechándome, ¿qué más da? Camino con cada músculo entumecido. Camino con vos rodeando mis hombros, besando mi frente y hablando acerca de algo que no alcancé a escuchar porque estaba abstraída, perpetuando el momento. De pronto entiendo que el frío me detiene. Siempre odie el frío, esta noche lo adoro. Delineo una sonrisa jamás delineada antes. Te miro a los ojos y te beso en medio de la nada misma. Ahora si, sigo camino con rumbo conocido pero olvidado entre la ruta, la noche y tu alma, que escogió la mía para avanzar de la mano.

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