Invierno, tenemos que hablar. Tengo varias cuentas que pasarte, sinceramente. Eso de que venís de paso cada año, me enfrias, me marchitás, me arruinas y demás ya no me está causando ninguna gracia. Y después así como llegaste, te vas. Después de dejar huellas en mí, desapareces, justo cuando empiezo a acostumbrarme a tu presencia. Sos algo así como una especie de chubasco frío en vez de húmedo, pero con las mismas repercusiones. Así, que voy a proceder a pasarte la lista de lo que gasto solo porque vengas de pasada tres meses a mi vida: chocolatada (lo cual me hace realmente mal teniendo en cuenta mi alergia indisimulable al chocolate), Nivea Soft Milk (porque me resecas la piel detestablemente), tres kilos sobre mi peso natural (porque necesito calorías para soportarte), mi buen lucir en general (ya que Michelin-o como se escriba- al lado mío es Kate Moss en su peor época anoréxica) y mi buen humor (al cual perdí por las razones antes mencionadas). Por lo cual pretendo que te hagas cargo, y llegada la primavera exijo que me dejes la piel impecable, la panza chatita como de costumbre y que me dejes usar al menos tres sweaters menos de los que traigo puestos.
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