Digo con las manos, digo con la mirada, digo con los dedos. Digo y repito. Digo en gestos, digo en ese entrelazamiento de manos, digo en cada acercamiento. Lo digo, te lo grito. Te lo grito y no alcanzas a oirlo, aun aunque te encuentres a centímetros de mi boca. No me ois y no llegas a entender. No te culpo. Solo voy a intentar decirtelo de otros modos. No literalmente, no. No son mis formas. Palabras que se sobre-entienden, te lo escribo, siempre te escribo, pero no me lees. No escuchas, no lees. Estas abstraido en tu mundo, porque todo mi yo delinea un desesperado ‘te necesito’, y vos, inmutable, no lo escuchas, no lo lees…
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