Bien, trato de recordar qué tal fue un día como hoy pero del año pisado. Hago fuerzas, cierro los ojos y hasta me pongo roja intentando que me venga a la mente aunque sea una imagen aislada, pero no logro nada. Una especie de amnesia selectiva. En fin, deduzco que llegaba acá con miles de bolsos para desarmar y una congoja que me asfixiaba constantemente, que se respiraba todo mi oxígeno sin dejar que llegue a mis pulmones. Hace un año era un estropajo lejos de mis amigas que estaba atravesando el torcido paso de la ciudad al campo. Es una cosa así como imaginar a Carrie Bradshaw viviendo en las afueras.
Bien, debo aceptar que no soy ella. En fin, la idea está. Y a esta Carrie mas bajita, sin fama ni doscientos pares de Manolo’s le faltaban sus amigas. Estaba atravesando por lo peor de su vida y sola. Colegio nuevo. ¿Colegio? Le molestaban las moscas, la tierra, la falta de baños limpios y profesoras a las que les importaba su vida personal. Quería smog y pavimento, edificios y McDonald’s. Lo superó. No solo se alejaba de todo, sino que además debía aprender a estar sin él. Sin él me refiero a sin amigo ni novio ni nada de todos esos roles que él se había ocupado de llenar o como bien lo definió luego, ‘parche’. Tuvo que cambiar la almohada porque se había humedecido de tanto llanto. Pero déjenme decir que soy testigo de que a eso también lo superó. Dejando a Carrie de lado, yo, estaba en lugar nuevo, con gente nueva, colegio nuevo y yo nueva. Yo distinta, yo bien, yo alejada de lo que me hacía mal. (Y de lo que mejor me venía)
Pero ese olor a veranito me embriagó de lleno y me puso linda, me saco kilos de tristeza y puso mi corazón a expensas del viento.
Si, todo eso me lo acuerdo bien, con momentos exactos y vivencias puntuales. Pero del seis de septiembre del año pisado no tengo ni rastros…
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